26 de mayo, natalicio de un héroe, víctima de villanos
mayo 26, 2020
William Rosado Rincones
Diomedes Díaz, después de muerto, sigue siendo una ‘mina’ de nunca acabar, una veta que en vida fue explotada por todo el que quiso, pero contó con el infortunio de caer en las fauces de los más indolentes depredadores que acabaron tanto su caudal económico como físico, a tal punto que lo condujeron a una muerte prematura, patrocinando y acolitando una indisciplina de la que obtenían los más grandes dividendos.
Se fue ‘El Cacique’ pero dejó su canto y su fama como lo pregonaba. Una popularidad que de seguro se prolongará por los siglos, hasta que la naturaleza vuelva a parir otro ídolo de sus condiciones, lo que de acuerdo a los ciclos históricos, demorará muchos años.
“En río revuelto, ganancia de pescadores” ese fue el dicho que le aplicaron a Diomedes Díaz, aquel campesino que irrumpió en la vida artística con la vestimenta del Rey Midas, todo lo que tocaba lo volvía oro, desde entonces su séquito no fue nunca su mejor compañía, y dañaron la conciencia de un hombre noble hasta convertirlo en un autómata al que alejaron hasta de su familia, para manejar a su antojo las alforjas que su estrellato llenaban caudalosamente.
La tempestad de la fama no demoró en aliarse con los vientos tormentosos que comenzaron a desafiar su estabilidad, pero estas circunstancias en vez de alertar a los capitanes de ese barco que amenazaba con el naufragio, lo que hicieron fue seguir timoneándolo hasta hundirlo en las profundidades de un desprestigio que lo descapitalizó en todos los sentidos. Pero aun así permanecía incólume en el corazón de sus seguidores, a quienes regaló en sus últimos hálitos un disco de despedida con la grandeza que lo caracterizó pese a la merma de sus condiciones corporales, las que permanentemente maquillaban para seguir firmando contratos mientras el astro se apagaba.
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Todas estas verdades que el pueblo conocía, se corroboraron después de su partida cuando los herederos en su afán de repartir sus bienes, lo que encontraron fue un arqueo fantasioso producto de la vida disipada en la que lo mantuvieron.
Ese impacto financiero negativo fue revelador, era el cobro de sus enfermedades, los procesos jurídicos por la muerte de Doris Adriana y de los empresarios que reclamaban indemnizaciones por los constantes incumplimientos, la parálisis de actividades por su condición de prófugo y luego de penado, y el mantenimiento de ejército de parásitos que nunca se le desprendieron.
“To el mundo pelea si dejo una herencia si dejo un tesoro no lo gozo yo, se apodera el Diablo de aquella riqueza, entones no voy a la gloria de Dios”. Esta premonitoria estrofa de la canción La Plata, que no es de su autoría, pero que tanto la cantó, tal vez tenga el alma del Cacique al margen de El Edén por la intestina pelea de lo poquito que dejó y que aún sus herederos no han liquidado.
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El aparente yacimiento del Midas vallenato, en el fondo lo que tenía eran lingotes imaginarios, convirtiéndose la expectativa, en una simple novela como la que al final le filmaron, con más mentiras que realidades, y que ahora repiten en ese afán de sacar los últimos reductos del filón.
Ese famoso seriado televisivo del que nadie sabe por cuánto se negoció, pues al parecer Diomedes autorizó y recibió sus emolumentos, narra una historia sin paridad de conceptos a cerca de la veracidad de lo que allí se dice, unos aprueban, otros rechazan.
Es tanta la aureola del vocalista que, hasta después de muerto rescató al canal que emite el seriado, el que estaba en una profunda crisis de sintonía tanto en la primera emisión como la que ahora repiten, convirtiéndose en el espacio más visto a esa hora en Colombia, sea verdad o mentira lo que se esté diciendo sobre la vida de El Cacique de La Junta.
“Al que le van a dar le guardan” dice el refranero, nadie entiende cómo el canal que más ‘palo’ le dio a Diomedes por sus infortunadas salidas, sea el que siga disfrutando de las mieles de su muy bien ubicada sintonía.
El común televidente tal vez no dimensiona los enormes costos que representó la grabación de esta producción, lo que ameritó la salida de los lugares exteriores tradicionales que acostumbraban a mostrar los alrededores de Bogotá. Con esta novela de Diomedes la cosa es diferente y ameritó el rodaje en exóticos lugares de La Guajira y pueblos del Cesar lo que sin dudas le da un atractivo inconmensurable al programa y catapultó a esos lugares como destinos turísticos pese a la pobre inversión gubernamental en esos pobres pueblos que ni agua tienen y en donde cobran exorbitantes sumas a los incautos turistas por una foto en esos lugares en donde parece que se paralizó el sol, ese mismo que quemó la piel de Diomedes, más más no, las ganas del ídolo que arropaba su figura.
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Todas esas perspectivas económicas solo se le podían apostar a Diomedes, tal como lo hacían los empresarios con sus espectáculos artísticos, muchos de los cuales se volvieron ricos, aunque a una minoría los quebró al final de su carrera por el incumplimiento permanente a los bailes.
Está tan asociado el nombre de Diomedes Díaz Maestre con la plata, que hasta las apuestas del llamado ‘chance’ han vedado números relacionados con sus fechas especiales o la nomenclatura de su tumba, pues varios apostadores han ‘coronado’ con estas cábalas. Las empresas de apuestas vedaron los números que tengan que ver con su natalicio, su muerte o su tumba.
Cachacos y costeños siguen a diario la expectativa de esta trama e esta repetición de la vida del cantor campesino que tiene capítulos dramáticos y fuertes sobre la escabrosa vida de este cantor, pero no se puede negar la época oscura de su drogadicción y todo lo que cometió bajo sus efectos, lo que al final es la cuota de morbo que infortunadamente perfila las ganancias el canal.
Hoy en la fecha de su natalicio, todos recordamos al muchacho de la mochila y el solo pantalón que llegó desorientado al Valle por allá en 1973, pero con la brújula puesta en el folclor, lastimosamente, en el tormentoso itinerario de la fama encontró más huracanes que sosiego en ese mar hipócrita y oscuro de las amistades que dominaban sus anclas.