Así afecta la pobreza el cerebro de los niños
mayo 16, 2022
La pobreza y la niñez se encuentran en una línea de tiempo, afectando a los más pequeños.
Redacción Portada
Con información de la Universidad Nacional
En estas condiciones, la superficie de la capa exterior del cerebro se vuelve más pequeña, en especial las zonas relacionadas con el lenguaje y el control de impulsos, y también se reduce el volumen del hipocampo, área responsable de la memoria y el aprendizaje.
La doctora Cristina Lorena Ramírez, especialista en Neuropediatría y estudiante del Doctorado Interfacultades en Salud Pública de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), explica que “uno de los cambios importantes en neurociencias es entender que el cerebro no es un órgano genéticamente determinado, sino que se construye a partir de las experiencias de los individuos”.
Ella y su colega Nubia Patricia Farías son las autoras del libro Pobreza y desarrollo cerebral, presentado en la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo).
En el texto, las académicas señalan que entre la genética y el ambiente existe una relación íntima y que en algunos periodos el cerebro inmaduro es más sensible a experiencias negativas. Estas diferencias no son el reflejo de características innatas o heredadas, sino de las circunstancias en las que crecieron los niños.
Los efectos negativos en el desarrollo cognitivo, físico y socioemocional de los niños tienen consecuencias a largo plazo, no solo en su propio bienestar, sino que cuando son adultos tales carencias contribuyen a perpetuar los ciclos internacionales de pobreza, desigualdad y exclusión social.
Datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) señalan que en los países de medianos y bajos ingresos –como Colombia– 250 millones de niños menores de 5 años corren el riesgo de no alcanzar su potencial de desarrollo debido a la pobreza extrema y al retraso del crecimiento.
En 2020 el DANE reportó pobreza monetaria en el 42,5 % de la población colombiana; en los niños y adolescentes este porcentaje fue 1,3 veces superior al promedio nacional, alcanzando el 55,8 %.
Crianza amorosa
Los ocho capítulos del libro de las doctoras Ramírez y Farías son el resultado de una extensa revisión de la literatura, desde las neurociencias y la puericultura, acerca tanto de las implicaciones de la pobreza en el cerebro en desarrollo como de los mecanismos y las posibilidades de resiliencia.
La obra explora el desarrollo cerebral como derecho, el apego, la construcción de emoción y cognición a largo plazo, el estrés y las enfermedades neurológicas relacionadas con la pobreza.
De estos temas, las autoras resaltan el apego, es decir los vínculos de los menores con sus familias, la crianza amorosa y cómo estos mecanismos se convierten en elementos que posibilitan la recuperación ante la adversidad.
La profesora Farías menciona la importante función del pediatra como acompañante del camino de crecimiento y desarrollo del niño.
Agrega que “al nacer, en el momento que hay contacto con la madre, que se da la lactancia materna, que aparece un padre como una figura protectora, es cuando se marca el futuro emocional y la capacidad cognitiva de ese nuevo ser. Un óptimo acompañamiento incide en una mejor alimentación, por ejemplo, entre otras condiciones positivas y esenciales para su desarrollo”.
En el libro también se exploran la desnutrición y los conceptos sobre inseguridad alimentaria, sumados a los múltiples factores estresantes que imponen los contextos de pobreza.
La influencia de la nutrición explica la importancia de la tasa metabólica cerebral como la más alta de la economía corporal y las repercusiones del hambre sobre la actividad física y el desarrollo cognitivo.
Además se abordan otras causas de exposición a enfermedad neurológica relacionadas con la pobreza, como los agentes infecciosos, cuya presencia se puede interpretar como indicadores de desigualdad y marginalidad. Las autoras señalan que “este libro tiene el objetivo de servir como material de consulta y de memoria historia para las próximas generaciones”.